Astrid

 


Esta es una de esas historias que resultan algo complejas de contar, debido a la gran carga emocional que traen, y la verdad sea dicha, no ha resultado fácil.

     De hecho, llevo algunos días tratando de escribirla, por tantos recuerdos que se me han venido a la cabeza, así que procuraré ser muy puntual. Astrid Eugenia Ramírez Rincón fue mi primera esposa. Murió en mis brazos el 21 de marzo del año 2000, seis días después de haber cumplido los 34 años, en la cocina de nuestra casa, debido a un paro cardiorrespiratorio, producto de una enfermedad que venía padeciendo hacía unos meses y por la cual se estaban adelantando las gestiones para que obtuviera su pensión por invalidez. 
    El día anterior había sido lunes festivo y estuvimos hablando largamente de cómo serían las cosas una vez ella empezara a recibir su pensión, revisando los presupuestos, ideando estrategias de negocios (en ese entonces yo ejercía la joyería), en fin, planeando los pasos a seguir.

    La noche previa a su partida, casi no pudo conciliar el sueño, dio vueltas en la cama, lo que nos llevó a pasar una noche con poco sueño para ambos. En algún punto de ese estado de duerme y vela, un estruendo en la cocina me sacó de mi ensoñación, bajé corriendo a toda prisa y la encontré con la respiración entrecortada, la tomé en mis brazos mientras llamaba a los paramédicos, para después avisarle a mi tía suegra que Astrid se había puesto muy mal. 

    Al cabo de 10 minutos la ambulancia llegó, pero en ese tiempo entregó su alma teniéndola yo en brazos, sin embargo, la esperanza, esa compañera incansable, me consolaba. Llegado el personal médico, procedieron con las maniobras de reanimación, pero después de otros 15 minutos me informaron que ya no había que hacer. Y ahí el mundo se desplomó. Entonces comenzó el segundo momento de esa travesía, avisar a la funeraria, la familia, amigos y compañeros de oficina, además de a nuestro párroco para que le aplicara los santos oleos.

    Mi tía, el suegro y algunos de los primos llegaron al poco tiempo, se quedaron en casa mientras yo adelantaba los trámites correspondientes fuera, a la cual regresé lo más pronto posible, casi a la par de cuando llegó la funeraria a recoger el cuerpo. Para entonces, algunos amigos y vecinos estaban haciendo presencia en el hogar expresando sus condolencias. Algo más tarde comenzaron a llegar nuestros compañeros del coro parroquial, momento que aprovecharon mi tía y demás familiares para irse, mientras que, en Bogotá, mis padres y hermanas hicieron lo propio para el viaje de venida a la ciudad y del cual llegaron pasada la medianoche. 

    En todo ese tiempo, no me dejaron solo un solo minuto, los compañeros de trabajo, algunos amigos, estuvieron pendientes e incluso me ayudaron para ir al terminal de buses y recoger a mi familia, compraron comida y nos acompañaron hasta pasadas las dos de la mañana, cuando quisimos buscar un poco de sueño. 

    Ya en la intimidad familiar, les anuncié a mis padres y hermanas que, luego del sepelio, pensaba quedarme en Medellín, al menos por un tiempo, mismo que se ha hecho un poco largo, ya que voy a ajustar 28 años de estar en esta ciudad. Dormí poco, tomé café y fumé hasta más no poder, aunque fumaba saliendo a la calle, como lo venía haciendo desde hacía mucho tiempo para no importunar a mi bella paciente, de hecho, en esa época reduje mucho mi tabaquismo, aunque debo decir que no había logrado erradicarlo en su totalidad, eso sucedió después, algunos años más tarde.

    Respetando su voluntad, no se hizo velación y la ceremonia de despedida se hizo con sus cenizas. Se celebraron dos Eucaristías, una en su parroquia y la otra en la que fue la nuestra, donde quedaron sus cenizas guardadas. Ambas ceremonias fueron muy concurridas, incluso, y todavía no me explico cómo, saqué fuerzas para cantar con nuestro coro la segunda ceremonia. Mucha gente lamentó esta pérdida, tanto que me atrevería a decir que de su trabajo fueron casi la totalidad de empleados del área donde ella laboraba, además de vecinos, compañeros de estudio, familiares.

    Astrid fue una mujer íntegra, maravillosa esposa, fiel compañera, amiga incondicional, hija abnegada, hermana amorosa, cordial, trabajadora y echada pa´delante como dicen aquí, que veía la vida con ojos llenos de alegría y esperanza, aún en los momentos más difíciles que no fueron pocos durante su dolencia. 

    En noviembre de 1999 hubo que hospitalizarla de urgencia y duró un mes, hasta el 7 de diciembre, pero casi no cuenta el cuento dada la infección pulmonar que le dio y la dificultad que se presentó por una resistencia a antibióticos que generó, ante la cual, el médico tratante le hizo toda una serie de recomendaciones para su cuidado, que incluían no aires acondicionados, no ventiladores, no helados y no climas fríos.

    Todo eso lo procuró de la mejor manera posible, usaba sus sacos y bufandas sin chistar y poco a poco empezó a sentirse mejor y con el ánimo más renovado. La última salida que hicimos fue a San Jerónimo, unos diez días antes de su partida, porque quería pasar su cumpleaños en tierra calientica, nos fuimos con sus padres, un hermano y dos sobrinos, logrando una estancia bastante agradable.

    Tuvimos una buena vida juntos, disfrutamos de las cosas sencillas, jugar, caminar, ver televisión, ir a tomar fotos (era uno de sus pasatiempos favoritos), cantar en la parroquia, dar catequesis y soñar en conjunto con cosas maravillosas. Por ella conocí el mar en nuestra luna de miel (Mi primera vez...cuando vi el mar ), y siempre tenía una voz de aliento y una palabra oportuna para todos.

    Vine a tomar plena conciencia de su partida una semana después de su muerte, tiempo que se quedaron mis padres acompañándome. Cuando regresé de dejarlos en el terminal, entré en casa y me recibió el frío de la soledad:"Jueputa, estoy solo", dije en voz alta a esa sala vacía y caí de rodillas llorando desconsoladamente. Cuando por fin me sosegué, tomé café y comencé a tomar conciencia de mi nuevo estado: viudo.

    Algo que me ayudó mucho en mi duelo, fue el tener la oportunidad de contar la historia a quien lo preguntaba, creo que eso me permitió sacar esa tristeza del alma, porque fue una forma de hacer catarsis con eso que tanto me pesaba. No tuve necesidad de ahogar mis penas en licor, pasé mucho tiempo de esos primeros meses leyendo incansablemente, o jugando videojuegos en una consolita de las antiguas, o trabajando en mi joyería hasta altas horas de la noche. 

    Las partidas siempre serán dolorosas, de eso no cabe duda, sin embargo y desde mi experiencia, me han resultado más llevaderas cuando antepongo los buenos recuerdos y las alegrías que pasé con aquellos que se me han adelantado en la partida al lugar del reposo eterno, aunque también entiendo que todos reaccionamos de diferente manera ante estos hechos de la vida.

    Una vez más, paz en tu tumba, Astrid e infinitas gracias por haberme aceptado en tu vida, por tu amor tan correspondido por mí, por permitirme ser tu compañero de viaje por casi cinco años y por brindarme tantas cosas maravillosas. 

Comentarios

  1. Ay Martín! no pude evitar las lágrimas con esta historia que desconocía, ya mañana son 25 años de un momento que marca de por vida, te abrazo desde la distancia y admiro tu fortaleza y capacidad para continuar la vida sin caer en adiciones que harían todo mucho peor. Gracias por abrirte a contar y a seguir haciendo catarsis de una situación tan dificil para la vida de cualquier ser humano. Un abrazo.

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  2. definitivamente la compañía siempre es maravillosa. Que viva el amor el tiempo que dure y por eso hay que aprovecharlo al máximo cada instante.

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  3. Con Astrid y Leito todo fue sorpresa, sorpresa cuando me conto en secreto que andaban de novios (entre primo y primo ...) sorpresa gigante cuando leito sale del Ejercito y se radica en Medellin en lugar de regresar a Bogota, sorpresa feliz su matrimonio y una sorpresa dolorosa la partida de mi prima cuñada, una mujer valiosa, sincera que reia como loca y nos brindo la oportunidad de compartir momentos de inmensa alegria. Paz en su tumba, siempre seras recordada con Mucho cariño

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    1. Que bello homenaje, caminar por el recuerdo de la mano de aquellos que estuvieron en nuestra vida y.dejaron huella.

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    2. jajaja, no recordaba ese detalle, verdad que fuiste la primera en enterarte

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  4. Yo también lo supe jajaja un abrazo

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  5. Gracias Leo, por esa descripción de la vida y homenaje tan linda que le haces a mi hermana.
    Llore leyendo esta nota.
    Ella fue un ser de luz, pujanza, entrega desinteresada, humildad, sencillez, detallista, amorosa, alegre y recuerdo que decía cuando a alguien no le gustaba algo que ella pensaba o decía " de malas como una moto".
    Dios la tenga en su santa Gloria. Gracias por todo lo que aprendimos de ti mi linda hermana.
    Te quiero y extraño ❤️🙏🙏🙏

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