Mi primera vez... cuando vi el mar
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Diciembre de 1997 |
Saludos a todos, espero que se encuentren muy bien y que estén pasando momentos maravillosos en todas sus actividades.
Andamos con Doris viendo "Yo soy Betty, la fea", y anoche vimos el capítulo donde Betty ve el mar por primera vez, y debo decir que en esa secuencia en especial, Ana María, la actriz que encarnó a Betty, logró atrapar, o por lo menos así me lo parece, la esencia de un primer encuentro frente a tal espectáculo de la naturaleza, lo que me llevó a recordar, precisamente, ese primer acercamiento al agua salada.
El destino elegido fue Capurganá, con motivo de nuestro viaje de Luna de Miel con mi entonces esposa Astrid (q.e.p.d.).
Viajamos el 14 de diciembre de 1997, creo que el plan era 5 días, cuatro noches, coincidiendo con el fin del permiso que había solicitado en la empresa donde laboraba en aquella época.
Abordamos una avioneta en el Aeropuerto de Medellín en las primeras horas de la mañana. El contraste con las montañas y el mar me resultó sumamente llamativo, ya que desde la altura en la que estábamos, se apreciaba el movimiento de las aguas y recuerdo que durante ese viaje me pregunté qué tan hondo sería el fondo.
Aterrizamos en nuestro destino cerca de 60 minutos después y nos desplazamos al hotel donde nos hospedaríamos, con coctel de bienvenida a bordo. Resultó ser una habitación muy confortable, cerca al mar y con piscina al interior del hotel.
Descargamos nuestras pertenencias y nos pusimos nuestros trajes de baño y para el mar se dijo. En lo personal, me resultó muy vigorizante y motivante la experiencia, el sonido del agua, el olor del aire, la arena, el brillo del sol, fue toda una sinfonía de olores, colores y sonidos y si a eso le aunamos la felicidad que me embargaba de estar con mi esposa, podría decir que fue uno de los mejores momentos que he tenido la posibilidad de experimentar.
Lo malo resultó en mi temor al agua, que no me permitió disfrutar más de las delicias del mar, así que mi incursión en esa gran piscina natural, aún hoy en día, llegó hasta un poco más arriba del ombligo, y son de esas cosas que todavía no he podido superar.
También nos llevamos un susto enorme. Astrid ya conocía el mar y en términos generales era una buena nadadora. Pues entre unas y otras, hizo buenas migas con la encargada de la recreación en el hotel, nativa del sector y nadadora excepcional. Ni cortas ni perezosas, tal vez al tercer día de estancia, se metieron las dos al agua, adentrándose mucho en ella y yo apenas si acaso podía ver sus cabezas. La vaina fue que, de un momento a otro, dejé de ver a Astrid, con lo cual me llevé un susto de muerte y empecé a llamarla, haciendo bocina con mis manos:"Negraaaaa, negraaaa". Y cuando ya estaba a punto de gritar pidiendo auxilio, vi que asomó la cabeza y que venía braceando poco a poco, acercándose cada vez más a la playa. No sé cuánto tiempo pasó, pero si se me hizo eterno. Al fin salió del agua, jadeante, se sentó en la arena y tomó bocanadas de aire: "Ay negro, que susto tan macho, esa muchacha es una berraquita pa' nadar, eh Ave María".
Huelga decir que, después de eso, tuvo buen cuidado de no adentrarse demasiado en el agua.
El plan que habíamos adquirido contaba con un par de excursiones en lancha a algunas islas cercanas y una caminata a un punto fronterizo con Panamá, la Miel si mal no estoy.
También recuerdo que nuestro presupuesto de viaje estaba bastante ajustado, aun así, nos dimos un gusto extra, consistente en unas tostadas de plátano verde con camarón que vendía una señora en un puestico en la playa, cercano al hotel donde estábamos, pero les digo que resultaron ser un verdadero manjar. La mejor comparación que puedo hacer del plátano es la de una hoja de papel de lo fina que era, pero de una crocancia espectacular.
Para no alargar más el cuento, resultó ser un viaje muy bonito y de grata recordación. De hecho, fue el único viaje que hicimos al mar con Astrid.
Al otro día de mi arribo a Medellín, llegué a trabajar a la empresa, donde me tenían reservado mi "regalo sin moño" por parte de ellos, consistente en mi cambio de turno del día a la noche, desde el 21 de diciembre hasta el 20 de enero si mal no estoy y por increíble que parezca, solo descansé una noche a comienzos de ese enero, porque la patrulla en la cual me debía desplazar se estropeó.
Así que mi primera Navidad y Año Nuevo estrenándome como recién casado, la pasé en las calles medellinenses visitando los puestos de seguridad que tenía la empresa en esa época, cosa que no nos hizo ninguna gracia ni a mi esposa ni a mí.
Gracias a Dios, hemos tenido la oportunidad de ir al mar en compañía de Doris en otros momentos a lo largo de estos años, mismos que han sido supremamente llenos de alegría y recuerdos felices, y con ganas de hacer nuevos recuerdos, ya veremos para cuándo se podrá.
Y ustedes, ¿Qué recuerdos tienen de su primera vez? Los leo. Un abrazo y hasta la próxima.
Glosario.
Crocancia: Cualidad de un
alimento que cruje al masticarse.
Me transportaste a mi niñez y a mi Urabá, ya que Capurganá siendo Chocó, está muy cerca de mi región natal y por lo tanto, el paisaje es muy similar (selva, playa y mar), donde tuve la fortuna de crecer visitando el mar con mucha frecuencia, especialmente en los festivos y tras un largo viaje de casi 4 horas desde Carepa a Turbo, el Totumo o Necoclí, recorrido que hoy se hace en poco menos de una hora. Me quedó la duda respecto a tu trabajo en esa época para que te hayan cambiado de turno justo en esas épocas festivas 😥
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