Risas callejeras
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O sea empanadas y empanados |
Saludos
a todos, espero que se encuentren muy bien. Gracias por leerme, la semana
pasada los números de los lectores mejoraron un poco, pero podemos llegar a
más, así que cuento con ustedes.
Seguramente, a muchos nos ha pasado que la publicidad deja en
nosotros marcas imborrables, sobre todo por la originalidad de los contenidos,
muchos de ellos muy laboriosos, hechos por profesionales, productores y
demás. Por mencionar algunos contenidos, hubo una serie de
comerciales de cierta entidad bancaria que planteaba situaciones de
equivocación en lugares y circunstancias, o aquella bebida Kola, célebre por
sus mensajes navideños.
Pero si hay algo que me encanta, es ver aquellas ocurrencias propias de
la gente del común, que, sin necesidad de ser obras de arte publicitarias, nos
causan una sonrisa y se quedan en nosotros por tiempo indefinido, además de
evocar otros recuerdos, que es el tema que les quiero compartir hoy.
La imagen que encabeza esta nota me llegó vía WS, y me causó bastante
hilaridad, por cuanto me pareció casi que un juego de palabras bastante
ingenioso. Por experiencia sé que una empanada no tiene empanado, así que
claramente la publicidad estaba enfocada a contratar personal de ambos sexos,
pero el efecto resulta sumamente gracioso y no falto de ocurrencia.
El siguiente, tiene algún tiempo, lo vi en la Placita de Flores. No pude menos que sonreír frente a la amable invitación velada a no manosear la mercancía y a confiar en la opinión del proveedor, lo que me llevó a recordar algo más. Mi tío Alberto, Q.E.P.D., tuvo un accidente de trabajo que le provocó la pérdida de algunas falanges en su mano derecha, por fortuna, no fue una situación incapacitante de mayor magnitud. Mucho tiempo después del hecho, estando, comprando algunos víveres, se detuvo en una carreta con papayas, con tan mala suerte que tomó una de las frutas con la mano derecha, y al preguntar cuánto valía, casi consigue que lo insultara el vendedor: “Ya tiene que pagarla, ¿no ve cómo le hundió los dedos?”. Como no tenía ánimos de aclarar la situación, y a fin de evitar alargar el asunto y evitar tropeles innecesarios, mi tío pagó el importe del alimento y se llevó la fruta en cuestión que, afortunadamente, le salió muy apetitosa.
Y
debo decir que yo, debido a la publicidad, fui víctima del consumismo. En mi
tierna infancia, hubo un comercial que publicitaba un jabón, el cual cortaban
por el medio con una navaja para dejar al descubierto unas vetas que aseguraban
una gran frescura en el momento del baño. Así que, ni corto ni perezoso y con
la inocencia propia de la infancia, me empeciné tanto con el consabido jabón y
fue tanta mi insistencia que, mi papá, el día menos pensado, llegó con uno de
los jabones y me lo dio, después de eso, fui a la cocina, tomé un cuchillo y,
como pude, lo corté a la mitad, y efectivamente comprobé que tenía las famosas
vetas que se veían en la tele. Creo que fue mi primer experimento siguiendo el
método científico. Huelga decir que fue mi papá el que terminó usando dicho
jabón.
Así hay muchos casos, supongo que ustedes han visto publicidad de esta
clase, sería chévere conocer sus pareceres y experiencias. Recuerden comentar,
compartir y suscribirse al blog. Hasta la próxima.
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