Con los corotos al hombro
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Esta foto
de Autor desconocido está bajo licencia CC BY-NC-ND
Por estos días, una persona muy cercana a nosotros anda haciendo los preparativos para mudarse de casa, lo que la ha llevado al fuerte trabajo de seleccionar lo que se queda, lo que se bota y lo que se va a regalar.
La mudanza o el trasteo, es algo que, en
algún momento de nuestras vidas, todos hemos realizado, sea para cambiar de
casa en la misma ciudad, en otra o incluso otro país, lo que conlleva a que se
determine qué se lleva o no.
En
mi caso personal, son pocas las mudanzas que a lo largo de mi vida he hecho.
Siendo niño, me acuerdo de tres lugares en los que vivimos en inquilinato, el
último de ellos por los lados del barrio Versalles en Fontibón, cercana a la
entonces planta de cierta bebida gaseosa con coca en su nombre.
De
ahí nos fuimos para la casa que por cerca de 42 años se convirtió en el hogar
de la familia y del cual nos despedimos en el 2021 cuando se vendió por motivo
de mudanza de mi madre a Villao.
Por
cuenta propia, puedo decir que me he mudado muy poco, así por encimita, de la
casa al seminario y viceversa en 1990; de la casa a la Escuela Militar, de ahí
al batallón donde presté mi servicio, de ahí de vuelta a casa y el trasteo
final, fue en 1997 de Bogotá a Medellín, con una breve estancia en el barrio El
Salvador de poco más de tres meses y de ahí al que ha sido mi hogar desde
entonces.
El
seminario, La Escuela Militar y mi desplazamiento al batallón, se
caracterizaron por ser trasteos de pocas cosas, casi que lo que llevaba encima
y unas pocas pertenencias en alguna maleta pequeña. Cuando me retiré del
ejército, creo que lo más grande que tenía era una grabadora de CD que encontró
su final hace unos años por cambio de propietario, ya que se la regalé a
alguien más.
Así
que cuando ocupé mi actual lugar de residencia, poco a poco me hice con las
cosas. Lo primero fue una cama sencilla, algunos cojines para la sala, trastos
de cocina, loza, un fogón mixto de gas y eléctrico que incluía horno, mismo que
nunca usé y que empleaba para guardar ollas, y si mal no recuerdo, una mesa
para colocar la grabadora y mis discos.
Para esa época (1997) lavaba a mano, la leche debía consumirla en tiempo récord porque no tenía nevera y lo poco que cocinaba debía ser preparado y consumido con suma rapidez. Astrid me había dicho que ella no se casaba hasta que no tuviéramos nevera y lavadora y una cama grande, que el resto iba a resultar después, así que ya puestos en esas y como yo tenía el ánimo alto por la perspectiva de nuestro futuro matrimonio, compré lavadora, pagada en abonos chiquitos y mi suegra nos prestó una nevera bastante buena, mientras comprábamos la de nosotros, misma que fue devuelta tal vez en el 2003. De la cama se encargó Astrid.
La casa no tenía closets, estaba tal como la entregó la urbanizadora, ya que su dueño anterior no se preocupó mucho por acondicionarla mejor, pero si debo decir que estaba bien cuidada. Huelga decir que después de 28 años, la casa ha cambiado bastante, hemos hecho algunas reformas a fin de facilitar un poco la comodidad de quienes la habitamos, para lo cual nos hemos visto inmersos en los consabidos créditos bancarios con sus tasas de interés, pero por fortuna, se pudieron sanear bien. La segunda de esas reformas se dio por una inundación que tuvimos en el segundo piso a causa de un torrencial aguacero que obstruyó los bajantes de aguas lluvias, y fue cuando se hizo la plancha para la futura terraza.
El préstamo del banco salió muy rápido, y los trabajos tomaron cerca de un mes. Después de eso se han venido realizando algunas otras adecuaciones en cuanto obra blanca se refiere y hoy por hoy es nuestro pequeño palacio, lleno de amor y buenos recuerdos.
A
Doris le he expresado que, en lo particular, yo lo pensaría, pero mucho para
cambiar nuevamente de vivienda, aunque eso es un asunto que creo que no se
puede dejar de lado, la vida da muchas vueltas y nunca se sabe que va a pasar.
No sabemos si por temas de salud debamos buscar un hogar sin escaleras, por
ejemplo, o que esté en un terreno más plano diferente al que habitamos, o
incluso por recomendación médica, que tengamos que movernos a un clima
diferente.
Lo
que si tenemos claro es que, si ese momento se llega, van a ser muchas las
cosas de las cuales saldríamos, ya que con el tiempo uno se va llenando de
cachivaches, y con ser que en casa con alguna regularidad se van haciendo
expurgos de cosas.
A
nuestra cercana que está pronta a mudarse, le deseamos lo mejor de lo mejor,
que esta nueva etapa en su vida le traiga muchas satisfacciones personales y
profesionales, que el cambio de aire le propine las energías que está buscando.
Hasta la próxima.
Más que cambiar de sitio, se debe estar en un constante cambio de rutinas, entornos y demás, procurando no caer en la pobreza mental.
ResponderEliminarCambiar es bueno, te trae otros aires, otros amigos, otros pensamientos y otras energías...
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