Mirando con otros ojos
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Mi última adquisición en materia de gafas |
En un estado de WS de uno de mis contactos, me encontré esto: “Ah, la vejez cada vez me obliga a ponerme mis gafas…” a lo que le contesté: “Entonces según eso, yo empecé vejez como a los 22 años, ya que desde ese tiempo uso las mías🤭🤭🤭.
Y
es que desde tal vez 1993, vengo usando estos adminículos que se sostienen
encima de mi nariz y mis orejas, debido a dificultades a la hora de leer letra
pequeña. Afortunadamente las variaciones en la graduación han venido siendo
mínimas a lo largo del tiempo, y, por tanto, todavía no he llegado al punto de
requerir lentes gruesos.
Traigo el cuento a colación, porque hay cosas que simplemente se corresponden con la naturaleza de cada uno, sin que eso indique que sea por cuestiones de edad o por malos hábitos. Pongo algunos ejemplos.
Tuve
una tía que en su vida supo qué fue fumarse un cigarrillo, pero fue fumadora
pasiva, por cuenta, mayormente, del esposo y después, en menor medida, por uno de sus retoños y le
resultó un enfisema pulmonar.
Una
gran amiga mía me contaba que una de sus tías, fue fumadora por mas de 50 años
y cuando la revisaban, irónicamente, la encontraban bien, hasta que finalmente
falleció por cuestiones propias de la edad.
Mi
propio padre fue fumador muchos años, y en su última etapa de la vida, había
dejado el hábito, lo cual no impidió que hubiese tenido una falla masiva al
momento de partir de este mundo.
Yo
también les conté en alguna ocasión que fui fumador, de hecho, en mi etapa de
militar fue la época en que más fumé, pero por esas cosas de la vida,
físicamente en lo que al deporte se refería, me iba bastante bien y si, se que
eso no es nada sano, pero fueron cosas de esa época. Dejé el cigarrillo cuando
mi padre faltó, de eso ya hace más de trece años, y me mejoró mucho la vida.
También he visto extremos muy complicados. Tres cercanos míos, fumadores, diagnosticados con EPOC, tenían la osadía de seguir fumando aún con el oxígeno puesto y sufrieron las consecuencias por sus desatinos.
Y qué decir de tantas historias que rondan el mundo, de personas que resultan enfermas, aún teniendo vidas ordenadas, o cuantos de nosotros no hemos oído historias de amigos o familiares que resultaron con un cáncer de la noche a la mañana, o que sufren embolias o aneurismas así sin ton ni son, o resultan con vainas rarísimas de las cuales ni siquiera hemos escuchado.
Tampoco
han sido pocas las ocasiones en que me he encontrado con grupos de personas reunidas
en sendas celebraciones de hasta dos y tres días, donde no falta el licor, lo
que me lleva a preguntarme ¿dónde carajos tienen los hígados para tales extravagancias?
En todos mis años con Doris, una sola vez hemos amanecido en la calle con unos
vecinos de la época, al frente de nuestra casa departiendo, bailando, riéndonos,
y comiendo. Y no nos pasamos de tragos, entramos bastante bien después de la
pachanga, siendo casi las 6 de la mañana.
Mi tía Lily una vez me dijo “mijo, para estar contento no se necesita estar borracho”, sabio consejo que he procurado acatar a lo largo de los años, aunque no puedo desconocer que he tenido mis momentos de exageración, mismos que, por fortuna, no han sido tantos.
Y lo anterior guarda relación con lo siguiente; uno de mis oficiales superiores en el Ejercito me dijo hace un jurgo de años: “beber es un arte, y el que bebe bien, es un artista. Si usted sabe que con tres tragos se emborracha, entonces tómese dos y no va a tener problemas”. Y vaya que lo cumplía a pie juntillas, siempre dio ejemplo de moderación y responsabilidad.
A estas alturas de la existencia, el disfrute se traduce en cosas muy sencillas: caminar, leer, sentarse a jugar, escribir, ver televisión, charlas con amigos, compartir con la familia, son cosas que tienen más relevancia que cualquier celebración ruidosa o bañada en licor o con exceso de comida.
Todo lo anterior para decirles que llevo mas de 30 años usando gafas, mayormente para leer o estar en el computador y que no fue por un tema de edad, sino por una alteración propia de mi anatomía, y que he aprendido con los años que la moderación ayuda mucho a un buen vivir, sin que eso implique privaciones, además de entender que hay cosas que se presentan y que están fuera de nuestro control, por más cuidados que tengamos.
La edad no esta ligada a la perdida de algo, simplemente va correlacionada a la moderación. Eso se aprende a los golpes, viviendo y conociendo
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