Del cansancio y las fatigas

 


Imagen tomada de https://acortar.link/iAelHv

En julio del 2025, mi parroquia San Joaquín y Santa Ana, de la cual hago parte mucho antes de que se pusiera su primera piedra, cumple sus bodas de plata de haber sido erigida como tal. En virtud de eso, se ha comisionado a un pequeño grupo de parroquianos, para que procuremos escribir las memorias de lo que ha acontecido en estos 25 años.

Para tal fin, hemos querido conocer las experiencias de algunos de los párrocos que han acompañado este caminar en la comunidad, realizando algunas entrevistas, de las cuales he sido el encargado de trascribirlas.

Hasta aquí, puede no resultar extraño el tema. La vaina es que, la semana pasada, estando transcribiendo justamente dos de esas entrevistas, surgió lo que les voy a contar a continuación.

Como les conté en ediciones pasadas, desde junio de 2021, cesé mis relaciones laborales en mi último trabajo, donde tuve que permanecer horas y horas frente a la pantalla de un computador, adelantando muchas actividades en mi rol de encargado de la comercialización de publicaciones impresas. Movido por un interés de buscar otros horizontes laborales y, no sin algo de cansancio laboral, renuncié y quise buscar otra labor más acorde a mis anhelos, pero, infortunada o afortunadamente, nada adicional resultó en materia de trabajo, y luego de un años de estar enviando hojas de vida, desistí de un trabajo remunerado y me quedé con los oficios propios del hogar y de la vida en familia.

Desde ese entonces, mi permanencia frente a un computador no es que sea muy larga, le saco el espacio a la nota, a los cantos de la semana y a uno que otro chequeo de los correos o alguna vista de programas y series en internet, pero sin que se considere un exceso de tiempo.

Pues bien, estando en ese ejercicio de trascripción, invertí, el primer día, un tiempo considerable con la primera entrevista, ya que se trataba de ir oyendo la grabación e ir escribiendo, para lo cual me ocupé, creería yo que dos horas. Finalizando la tarde, me sentí muy cansado, pero no le di mayor importancia al hecho. Al otro día y con la siguiente entrevista en mano, nuevamente me vi inmerso en el ejercicio de escuchar y copiar por otras dos horas aproximadamente y el cansancio hacia el final de la jornada hizo presa de mí nuevamente.

A lo que quiero llegar, es que definitivamente los tiempos cambian, y me atrevería a decir que los aguantes también. Anteriormente me podía pasar horas enteras frente al computador, y aquí entre nos, muchas veces teniendo que comer en el puesto de trabajo por el volumen de cosas que en ocasiones se daban, eso sí, haciendo los altos correspondientes, para hacer algo de estiramientos, según indicaciones de medicina laboral.

No me pasa lo mismo, o no al menos seguido, con las caminatas que damos con Doris, de eso también les he comentado, que pueden llegar a ser de hasta de 6 horas, sin que esto sea la constante, pero si procuramos hacerlo varias veces a la semana, al menos una hora por jornada.

Pensando en ese agotamiento de la semana pasada, me vinieron a la memoria una serie de recuerdos relacionados con cansancios extremos, unos provocados por el estudio, otros por el trabajo, entre ellos, mis tiempos de instructor militar, en los cuales no fueron pocas las veces que el cansancio hizo presa de mí, luego de extenuantes jornadas de instrucción a los reclutas, literal, caía muerto a dormir. O qué decir de las largas noches de la universidad a lo largo de mi carrera, realizando trabajos, pero más que todo en mi último semestre académico en el 2014, donde tuve que tomar cinco materias que tenía pendientes para terminar mis créditos y que, dicho sea de paso, me sacaron el jugo hasta más no poder, porque fue un tiempo de muchas lecturas y redacciones, con varios momentos del síndrome de la página en blanco, tan nocivo para los que gustamos de escribir.

Y en los tiempos en que laboré en comercialización de libros, en épocas de feria hasta dormido seguía trabajando como bien recuerda mi esposa.

Todo lo anterior, para decirles que siempre va a ser muy beneficioso equilibrar las actividades cotidianas y tomar conciencia de que el tiempo, lo queramos o no, va pasando factura, por lo que es necesario tener buenos hábitos de vida para no sentir tanto ese cansancio. Imagino que quienes se dedican al deporte, me pueden decir otras cosas frente al vigor que ellos pueden sentir en lo cotidiano, y eso está bien, lo que pasa es que todos somos buenos en diferentes cosas, entonces por ahí va la cosa, todo con moderación, o al menos a mí me suele funcionar bastante bien. Y ustedes, ¿qué historias de cansancios me pueden contar? Un abrazo y hasta la próxima.

Comentarios

  1. Muy interesante. Creo que como dices, los tiempos van cambiando y las prioridades también. Creo que lo que no se hace constantemente nos puede generar cansancio más rápido que lo que si, además que nuestro cuerpo va funcionando de forma distinta a lo largo de nuestra vida, entonces algo que antes no nos agotaba tan rápido, puede que ahora si.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Astrid

Otra vez, no es más que un hasta luego

Don Mario