De me “gusta” y algoritmos
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Imagen tomada de https://acortar.link/Uafn9w |
No soy mucho de interactuar en redes sociales, en el sentido de que no ando documentando el día a día, o el minuto a minuto, como pasa con muchas personas.
Soy más de decir, compartir u opinar cuando lo juzgo conveniente y, evidentemente, lo que tiene que ver con este modesto ejercicio de escritura. Sin embargo, también he sentido el fragor de las sugerencias que hace el algoritmo que usan las redes y para ilustrar el tema, les pongo un caso puntual.
Hace unos dos años en X (antes Twitter), le di me gusta a la foto de una dama que me pareció sumamente bella, ni siquiera recuerdo por qué lo hice, no es conocida mía, ni hace parte de mis contactos, simplemente le di me gusta y ya.
El lío se dio cuando me comenzaron a llegar una serie de notificaciones con contenidos poco pudorosos, por decir lo menos, y mensajes muy subidos de tono con visos de manías sexuales publicadas a viva voz, cosa que en lo personal me parece muy improcedente. (Si quieren recordar algo similar al respecto, los invito a leer mi nota El derecho a la reserva ). Tuve incluso que bloquear a varios usuarios, porque la verdad me cansé de la recurrencia de estos contenidos.
No dejo de asombrarme por los alcances de la tecnología. En la red se encuentra literalmente de todo, ya es cuestión de cada uno que aplique sus filtros a los contenidos que va a consultar, eso es algo muy personal.
En mayor o menor proporción, creo que todos hemos escuchado el famoso algoritmo de búsqueda, esa serie de condicionantes que le permiten a los sistemas informáticos enviar “sugerencias” a quienes estamos navegando en la web, porque pueden ser cosas que nos interesan, aunque no siempre los resultados sean los esperados, para muestra lo que les dije de mi caso en X.
Esta semana, a raíz de una búsqueda que adelanté para mi hija por temas de un pasaje de avión, me han estado saliendo anuncios de aerolíneas y páginas de compra hasta en la sopa y, si bien es cierto que ando en la búsqueda, me queda la inquietud de tanta insistencia, lo peor es que todavía no me han llegado a la aspiración de precio que requiero para la referida compra.
Los tiempos han cambiado, los avances informáticos nos invaden por doquier, a veces para bien, a veces no tanto. Poseemos una huella digital (entendida esta en el plano informático) que va a permanecer “In secula seculorum” o hasta que se de el apagón de la internet y todo eso se pierda, de esas vainas que pueden llegar a pasar.
Ya depende de cada uno qué quiere dejar en esa impronta digital. En mi participación de libros humanos que ya les conté ( De cómo se siente ser leído ), alguien me preguntó si no me preocupaban los comentarios que pudieran hacer de mis relatos, a lo cual contesté que una de las posibilidades que tenemos quienes escribimos está el que a no todo el mundo le gusta lo que contamos, y eso es algo que pasa en todos lados.
Por más bien que se hagan las cosas, siempre va a resultar un “Juan Nada” como dice Franco Escamilla, refiriéndose a ese personaje que siempre va a mostrar un desacuerdo, muchas veces acompañado con la ofensa, y al que es mejor ignorar para no darle importancia y no crecerle las ínfulas.
Así que, si todo sale bien, mi huella digital va a estar enmarcada en mi deseo de expresar lo que siento, sin ánimo de ofender, procurando traer a la mente de mis lectores una sonrisa o un momento de reflexión. He dicho muchas veces que esta Nota itinerante obedece a un ejercicio del diario vivir, con lo bueno y lo malo, pero, sobre todo, desde mis propias convicciones de que en este mundo todos tenemos historias en común, porque todos vivimos cosas buenas y otras que no lo son tanto.
Así que debo aprender a vivir con el algoritmo digital y seguiré bloqueando aquello que no me guste. Y a ustedes ¿Qué cosas les han pasado con el algoritmo?. Recuerden comentar y compartir. Un abrazo y hasta la próxima.
Una vez se pública algo en las redes, esto se vuelve público, y así como puede caer en manos de gente bien intencionada, también puede ser caldo de cultivo para quienes buscan hacer el daño o tienen intereses netamente publicitarios. Para el caso de lo escrito, es irónico que muchas veces se tergiversa lo que se quiere dar a entender, porque cada quien asume lo que lee de acuerdo a su capacidad de entendimiento o "pobreza mental". Existen personas que le ponen su propio acento hasta a los propios mensajes, llevando a disputas, por el "yo pensé". Lo más razonable para nuestra generación (porque las nuevas no lo entenderán), es hablar directo "face to face" ya sea a través de una llamada o personalmente, porque de esa forma, cada parte tiene la posibilidad de ver, escuchar y analizar.
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