Tiempos y realidades
Imagen tomada de https://acortar.link/Pxo0FQ
En el
año 2000, se me metió en la cabeza la idea de ser universitario, aunque debo
decir que obedecía más a un deseo de formación y no a uno de ejercicio de la
profesión. La elegida para ese amorío fue la bibliotecología, a raíz de los
halagadores comentarios que recibí de una profesional de esa área por aquellos
años. Debo decir que mi proceso fue favorable desde un primer momento, compré
el pin, presenté mi examen y tuve la buena fortuna de pasar a la carrera soñada
en primera opción, la segunda había sido licenciatura en educación con énfasis
en español.
Comencé
entonces mi periplo académico, 12 años después de haber terminado el
bachillerato, siendo uno de los estudiantes más mayores en mi grupo, la inmensa
mayoría eran jóvenes, casi impúberes, recién salidos de sus colegios. Eso
ocurrió en el 2001.
Para
el 2002, comenzó mi labor de pareja y padre con la llegada de Doris en embarazo
de Sofi y los dos hijos mayores de ella, cosa que puso las finanzas del hogar a
otro nivel. A lo largo de mi estudio, tuve que hacer un semestre si, otro, no, dejar
de estudiar hasta un año, además de haber sufrido dos cancelaciones por cuenta
de las dinámicas propias de la universidad y un cambio de carrera durante tres
semestres, para volver nuevamente a mi verdadero amor académico, lo que a la
larga podría dar una cuenta final de, si mal no recuerdo, 12 semestres en el
programa de bibliotecología, esto es, cuatro más de lo que se tenía estipulado
en el pensum de la época.
Me
gradué en 2014, logré en esos tiempos tres exoneraciones de pago de matrícula
por buen nivel académico, muchas veces tuve que llegar caminando desde mi casa
a clase, con mi morral llevando termo de tinto, desayuno y almuerzo y muchas
veces con el solo pasaje de regreso a casa, para lo cual debía caminar desde la
universidad al centro de la ciudad de Medellín.
A lo
que voy, es que, contrario al parecer del gobernador y otras muchas voces que
se han levantado en contra a este fenómeno de los estudiantes perennes, hay
situaciones de vida que deben verse con otra óptica. No puedo negar que existen intereses mezquinos que buscan desestabilizar el ámbito académico, pero también están aquellos que tiene que luchar
para poder trabajar y responder académicamente. Yo fui estudiante trabajador, y
ya por la edad, no podía acceder a algunos de los beneficios que la universidad
ofrecía en esos años, pero eso no impidió que lograra culminar mi carrera,
demorada, si, en el tiempo, pero no tan exagerada en semestres como se puede
imaginar tal como lo mencioné en líneas superiores.
Cada
caso es muy puntual, requiere una mirada propia, aunque no puedo negar que queda
una sensación rara cuando uno escucha estudiantes de 20, 25 o 39 semestres, eso
es otro decir, pero reitero, son cosas que deben verse de forma particular.
Fueron
muchos los compañeros que, como yo, lucharon a brazo partido para poder
terminar sus estudios, ya que para vivir se necesita dinero, y para tener
dinero se necesita trabajo, así que no es justo satanizar a toda una población
por cuenta de unos cuantos que pueden estar haciendo las cosas de manera
indebida. Triste y lamentable que, por unos, paguen todos, eso es algo que dolorosamente,
ocurre en todos los estamentos.
Mi saludo a esos estudiantes dedicados, y mis
deseos porque culminen con bien sus proyectos, así eso les cueste. Las
satisfacciones vienen después. Todo esfuerzo tiene su mérito.
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