Turno inaplazable
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Feliz Año Nuevo, espero que todos alcancen sus anhelos y vivan sus días con intensidad, amor, alegrías, tristezas, lo bueno y lo no tan bueno, pero siempre con entereza y ahínco.
Como ustedes saben, lo que me lleva a
escribir la nota, son las cosas del cotidiano vivir. Pues bien, este fin y
comienzo de año otra vez anduve pensando en algo a lo que generalmente no
siempre le prestamos la atención debida.
Jerónimo, José y William, son tres
nombres que tienen algunas cosas en común: fueron familiares de algunos
conocidos de la parroquia, fueron padres, esposos, abuelos, tíos, amigos de
otras tantas personas, eran personas ya muy mayores y fallecieron, los dos
primeros el 31 de diciembre y el último el primero de enero. Seguramente fueron
muchas más personas, pero ellos fueron los que tuve más cercanos por estos
días.
Este es el punto de partida para mi
reflexión de hoy. Si hay una cosa segura en la vida, es la muerte. Esa es una
cita ineludible, de la cual no sabemos ni el día ni la hora. Cada cultura tiene
sus propias maneras de afrontar esta realidad, ceremonias, cánticos, discursos,
comidas compartidas, entierros, cremaciones y un largo etcétera, permiten a las
personas cercanas a los que parten la posibilidad de cerrar un ciclo, doloroso
sí, pero necesario.
No deja de causarme cierta curiosidad la
manera en que a veces las personas experimentamos la vida, como si fuéramos
eternos, y de ahí que nos excedamos en muchas cosas que luego con el tiempo nos
comienzan a pasar factura, y luego nos extrañamos cuando nos encontramos con
historias que nos desconciertan y, de paso, nos deberían llevar a pensar mejor
las cosas y a vivir mejor. Para ejemplificarlo, traigo tres recuerdos.
El primero tiene que ver con un tío
político, hombre sumamente sano, no fumaba, no ingería licor, solía montar
mucho en cicla. Un día andando en la calle, tuvo la mala fortuna de recibir un
golpe en la cabeza, causado por una piedra, sin, aparentemente, consecuencia
alguna. Al poco tiempo, estando sentado tomando un tinto sintió un malestar, se
desvaneció y lo alcanzaron a hospitalizar en el entonces Seguro Social y murió
por causa de un derrame.
El segundo caso me ocurrió con mi
primera esposa, por esas cosas de la vida, enfermó gravemente, estuvo
hospitalizada, generó resistencia a los antibióticos y en términos generales la
prognosis no era buena. Sin embargo, salió de su crisis, pero le advirtieron
que debía cuidarse mucho de fríos, aires y gripas. Eso fue en un diciembre. En
marzo del año siguiente, estando ya muy estable, le sobrevino un paro
cardiorrespiratorio que acabó con su vida en un abrir y cerrar de ojos, ante mi
impotencia.
El tercero, mi propio padre, el cual
también estuvo bastante enfermo en sus últimos días, y quien partió al otro
barrio, pese a los esfuerzos de los galenos que lo estaban atendiendo, estando
yo viendo los procedimientos.
Juanes dice que la vida es un ratico, y no le falta verdad, de ahí la importancia de procurar vivirla con la mayor intensidad posible, buscando la armonía, la alegría, afrontando el día a día con entereza, sabiendo que se hace lo necesario para sacar el mejor provecho de esta experiencia pasajera en esta tierra.
Debemos recordar que somos efímeros, velas en el universo que se pueden apagar en cualquier momento con un simple soplido, de ahí que sea necesario alumbrar lo más que se pueda, a través de una buena vida, con acompañamiento, empatía y amor hacia los demás. No faltarán los que nos quieran aguar la fiesta, a esos, pues dejarlos de lado, más bien procurar hacer las cosas lo mejor que se pueda, ya que no sabemos ni el día ni la hora. Feliz vida para todos.
"Somos mas murientes que vivientes"(San Agustín).
ResponderEliminarSí mi querido amigo. Vivir y agradecer cada día como un regalo de Dios para disfrutar con nuestros seres amados. Saludos desde los sures 🇨🇱♥️🇨🇴
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