De alimentos y de pesos
Imagen tomada de https://acortar.link/imqOVi
Desde el pasado 1 de noviembre, los colombianos hemos empezado a sentir el rigor tributario causado por el llamado “impuesto saludable” esa iniciativa que busca
desestimular el consumo de algunos productos de la canasta básica familiar,
como los paqueticos, embutidos, productos de panadería y bebidas azucaradas, ni
siquiera la morcilla se salvó de este maremágnum de condenaciones. Los incrementos,
dicen, serán graduales entre el 10 y el 20 % de aquí al 2025.
No le quito
mérito a la intencionalidad, dado que por lo que he visto, en otras latitudes
donde medidas similares se han implementado, se notan algunos cambios de
comportamiento alimentario. El asunto aquí es que romper con los hábitos
adquiridos es una lucha muy compleja de manejar, máxime cuando la inmensa mayoría
de nosotros los consumidores, muchas veces nos vemos avocados a usar, ejemplo,
los embutidos como fuete de proteína animal por los costos de las carnes, sea
res, cerdo, pollo o pescado. Y no nos engañemos, muchos hemos comido ponqué
recubierto con chocolate, como un tentempié, unas medias nueves, o las onces de
la tarde, al igual que otros muchos productos pertenecientes a la familia de
saturados en grasa, azucares y sodio.
El Ministerio
de Salud, preocupado por el bienestar de los colombianos, publicó hace unos
días algunas alternativas para la nueva preparación de las loncheras de los
infantes que, según indican, son uno de los grupos más afectados por los
productos gravados con la medida. La bebida reina para las loncheras será
entonces el agua natural, o si se tiene la opción, bebidas como leche, yogurt y
kumis, eso sí, bajos en azucares obviamente. Recomiendan incluir en las
preparaciones sándwiches con carne desmechada, atún, plátanos asados, mazorcas
con queso, jugos naturales sin azúcar, frutas y verduras frescas o picadas,
ponqués caseros, arepas y tortillas de harina y granola, entre otros.
Sobra
decir que es muy prematuro especular con lo que va a pasar con los hábitos de
los colombianos en materia de nutrición, pero en lo particular me cuesta mucho
ver a una madre de familia, despachando a su hijo al colegio desde las seis de
la mañana, asándole una mazorca acompañada de una loncha de queso.
Han
sido varias las voces de protesta, sobre todo de los comerciantes, porque estos
productos son de consumo diario y el incremento en el costo no siempre los
consumidores lo toman de la mejor manera, y se pagan los sobrecostos a
regañadientes, y esta ocasión no va a ser la excepción.
Aumentar
los costos de los productos, implica reducir el poder adquisitivo de las
familias, porque aumentan los impuestos pero el salario sigue siendo el mismo
hasta que se venga el incremento que se hace efectivo al año siguiente, y eso
que todavía no hemos empezado a sentir las consecuencias por el aumento de los
combustibles y los peajes, ese sí que va a ser otro tema muy álgido, porque los
propietarios de vehículos y en especial los transportadores de alimentos, dudo
mucho que se queden de brazos cruzados frente a esos temas.
Entiendo
que el recaudo por impuestos es necesario para financiar las cosas propias del
país, pero es indignante ver la cantidad de plata que se roban a raudales, y
somos siempre los ciudadanos de a pie los que nos vemos afectados pagando lo
que no nos hemos comido. Y ¿qué pasa con los dineros decomisados a los ilegales?
¿Por qué no entran a formar parte del erario y así de alguna manera ayudar a
financiar las reparaciones a los daños que sus fechorías han causado? Si
alguien me sabe decir el porqué de ese tema, lo agradezco.
No sé hasta dónde se llegue con este tema del nuevo impuesto, puede ser que cosas
buenas salgan de él, pero será el tiempo el que nos de la respuesta, por lo
pronto, si queremos disfrutar de algunas papitas o platanitos, alistemos más
plata, que no se repone, para darnos el gusto, aunque ya hasta los gustos
pequeños se nos están convirtiendo, tristemente, en casi que inalcanzables.
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