Viaje en el tiempo
La
semana pasada, con motivo del receso escolar, mi nieta Mariángel pasó con
nosotros un par de días en donde le estuvimos ayudando a hacer una maqueta del
relieve colombiano, situación con la que no nos habíamos involucrado desde los
tiempos de la tierna infancia de nuestra hija Sofi, cuando le pidieron otra
similar hace ya muchos años.
Para
empezar, debo decir que me sorprendí bastante por la cantidad de datos que no
recordaba de la inmensa geografía colombiana, salvo tal vez, aquellos que son
más mencionados hoy en día, como la Sierra Nevada de Santa marta o el nevado
del Ruiz y otros pocos.
En principio,
la tarea consistía en hacer el mapa en relieve como tal empleando elementos reciclables
o plastilina, siendo esta última la opción tomada, ya que los niños en su
exposición debían dar cuenta de las características de los accidentes del
relieve, es decir mencionar qué es un valle, una llanura o una cordillera, sin
embargo, en mi afán por que quedara un poco más completa, agregamos algunos
puntos geográficos con sus nombres, no todos claro está.
Con
miras de contar con una ayuda visual, el martes antes de que llegara mi nieta,
estuve buscando en el centro alguna lámina, de hecho, dos, que me sirviera de guía
para la elaboración, ya que en casa no contamos con libros de texto. Ahí me
llevé la primera sorpresa, solo me encontré una súper lámina gigantes, muy
bonita eso sí, pero nada como del tamaño que estaba buscando, que fuera a color,
y pregunté en varias papelerías. En mis tiempos de estudiante de primaria,
recuerdo que esas láminas se conseguían relativamente fácil, y se encontraban
no solo del relieve, sino de ríos, de regiones, mapas políticos, orográficos y
demás. Me salvó la jornada una señora en
un punto de ventas de libros leídos, que se encontró por allá en un rinconcito,
un mini atlas, en tamaño mediano, con varios mapas del país.
Ya con
ese elemento en mano, distribuimos las labores entre mi esposa, mi nieta y yo, y todos pusimos nuestro granito de arena para su confección, misma que pueden
apreciar en líneas superiores y que le calificaron con carita feliz a mi nieta.
Huelga decir que, si me valí de una copia impresa que me sirviera de base para
hacer el relieve en plastilina, lo que me llevó a pensar entonces cuánto han
cambiado las cosas.
Hoy en día un estudiante se puede dar el lujo, teniendo el
recurso eso sí, de imprimir cualquier mapa que requiera sin mayores esfuerzos,
y con un poco de suerte, si acaso colorearlo. Yo vengo
de la época en que los mapas debían ser calcados en papel mantequilla, y si no
se tenía, había que mojar una hoja de papel carta con gasolina para que se pusiera
un poco más transparente, éramos bastante recursivos. Eran mapas en tinta
china, con plumilla, debidamente coloreados y con la ubicación exacta de todos
los puntos geográficos. Eran un verdadero desafió de paciencia, yo en lo particular
sufrí mucho, porque como soy zurdo, no fueron pocos los que manché con la
tinta.
Nombres
como Nudo de los Pastos, el Macizo Colombiano las cordilleras oriental, central
y occidental, los volcanes Puracé, Cumbal y Azufral, el Nevado del Ruiz, la
Sierra del Cocuy, Punta Gallinas y Punta Ardita, resonaron en mi cabeza por
muchos años, aunque ya hoy en día parecen recuerdos lejanos.
Fueron
las épocas en la que Colombia estaba dividida en departamentos, intendencias y
comisarías, en la que los libros de texto, aparte de costosos, hacían pesar nuestras
maletas y se dejaban de herencia para un primo o un hermano, eso cuando no les
daban por cambiarlos en los colegios.
Hoy en
día, o al menos hasta cuando estuve trabajando como bibliotecario escolar en un
colegio público, se tiene la ventaja de contar con varios ejemplares en las
bibliotecas para que los estudiantes consulten sus tareas sin tener que
incurrir en gastos adicionales para la adquisición de libros.
Qué bueno sería que los estudiantes valoraran de mejor manera las
oportunidades que tienen para aprender, las enormes ventajas que les brinda la tecnología,
infortunadamente muchos llegan a las aulas, no solo mal educados sino a hacer
bulto, con una actitud de “me importa un carajo todo”, porque ya se volvió
prácticamente obligación darles cuanta oportunidad se les dé la gana para que
no pierdan el año.
En séptimo
grado, poco antes de cambiar de colegio, yo habilité y rehabilité geografía,
pasé esta última oportunidad, pero ha quemadero de pestañas que me toco por
esos días.
Ojalá
las nuevas generaciones evolucionaran mejor hacia la excelencia, ganarse las
cosas por que cumplieron con responsabilidad sus deberes, pero es muy triste
ver tanto estudiante tan dejado, por no poseer un sentido ni de la
responsabilidad ni del respeto hacia sus profesores.
Siempre
ha habido estudiantes vagos, solo que en estos tiempos siento que su número se
ha disparado mucho más. Y me preocupa sobremanera quienes entonces serán los
futuros profesionales, me da cierto escozor llegar a las manos de alguien que
no supo aprovechar plenamente su formación ¿o será que estoy muy paranoico? Ustedes cuéntenme qué piensan. Abrazos
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