Ayer y hoy
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Hoy estoy de plácemes. Cumplo 52 años, sea ocasión para agradecerle al Todopoderoso, a la vida, al universo, al cosmos, a la existencia en sí, llegar a este punto, lleno de altas y bajas, de tristezas, alegrías, satisfacciones, decepciones, risas, lágrimas, subidas y bajadas de peso, enfermedades y curaciones, abundancias y escases, trabajo y desempleo, fe y crisis de esta, pero, sobre todo, con la alegría de poder contar con una familia amorosa que me ama y me acepta tal cual soy con todo y ropita sucia.
Desconozco cuándo será mi partida de este mundo, creo que esa es una de las ventajas de la incertidumbre de la vida, que me lleva a pensar en estar preparado por lo que pueda pasar. Bueno, al menos todo lo más preparado que se pueda, ya que nadie sabe en qué momento haya que abordar ese tren al otro terreno.
Hace dos años, cuando me trepé al quinto piso, publiqué en FB una de estas notas titulada el nuevo adulto mayor, otro ejercicio de revisión de vida para celebrar tan eximia fecha, se las voy a dejar por aquí para el recuerdo.
En esa remembranza en particular, me referí al privilegio que he tenido de ser hijo de dos siglos, donde he tenido la oportunidad de ver cambios muy significativos en el desarrollo tecnológico, económico y social, aunque no puedo decir que todo haya sido de mi completo agrado, debido también a la pérdida del sentido humano en muchas sociedades, incluida la nuestra, en donde la intolerancia y los rencores andan rampantes por todos lados, sin dejar de lado las atrocidades cometidas por tantos grupos de toda índole, legales e ilegales.
Ayer, en vista de una falla que tuvimos en el servicio de Internet que se prolongó por varias horas en mi sector de residencia, se pudo paliar gracias a la radio FM, por lo que la tarde se pasó bastante agradable escuchando musiquita. Entonces me puse a pensar qué podría pasar si el día menos pensado, una mañana nos levantáramos y nos encontráramos con que nos hemos quedado sin Internet. Huelga decir que esta pregunta ya la han formulado en el pasado y francamente las perspectivas son bastante perturbadoras: telecomunicaciones, servicios básicos, salud, comercio, banca, educación, redes sociales y todo lo que nos imaginemos, se vendría abajo, causando un gran caos.
¿Y si eso perdurara en el tiempo? Quiero creer que nuevamente la especie humana haría gala de su capacidad de adaptabilidad, como lo ha demostrado a lo largo de la historia, y seguramente volverían usanzas antiguas. Los lectores de medidores de servicios públicos volverían con sus fichas Kardex tomando nota de las lecturas, los pagos de servicios se harían cada dos meses como sucedió en un tiempo en Bogotá, no sé si en Medellín pasó algo similar en algún momento, las bibliotecas tendrían que volver al préstamo mediante los ya olvidados casilleros de fichas catalográficas y el préstamo de libros se haría manual, y las colas en los bancos, servicios médicos y supermercados se volverían interminables, solo por mencionar algunas cosas.
Hago votos porque algo así no llegue a suceder, los avances tienen sentido cuando se viven de la mejor manera posible, aunque como ya lo he dicho en otros momentos, como especie, todavía nos falta mucho por evolucionar hacia el sentido común, el servicio comunitario, el respeto por las diferencias y el acompañamiento como especie en fraternal reciprocidad. Por lo pronto, feliz cumpleaños a mí, y ojalá pueda tener la buena fortuna de seguir escribiendo estas líneas por mucho tiempo, si eso está en los planes de mi Creador.
Aquí les dejo la nota a la que hice referencia.
Septiembre 7 de 2021
EL NUEVO ADULTO MAYOR
Se llegó la hora. Por día y fecha, hoy he llegado al quinto piso, medio siglo, diez lustros o 18550 días, sin contabilizar los años bisiestos jajaja.
Hoy he alcanzado un nuevo estado, adulto mayor, cosa que no deja de ser llamativa y de la cual no me percaté oficialmente hasta el viernes pasado, cuándo a través de alguno de los grupos de WS, me llegó una invitación a una caminata ecológica dirigidas adultos mayores entré 50 y 65 años. No pude más que sonreír cuando caí en la cuenta de que desde este 7 de septiembre, empezaría a hacer parte de este selecto grupo.
Y digo selecto porque soy hijo de dos siglos. Vi los finales del XX y los albores del XXI, he visto y disfrutado mil cambios, así como sufrido por el crecimiento de la desigualdad en el mundo, la falta de solidaridad y de equidad y las infaltables injusticias de nuestro país provenientes de diferentes actores.
Disfruté mi infancia con los juegos tradicionales, la lleva, soldados libertados, los quemados, escondidas, el trompo, el valero, monté en cicla panadera, pasé horas interminables sin preocuparme de avisar donde estaba, porque siempre permanecía cerca del hogar jugando.
He conocido el amor y los buenos amigos. He procurado trabajar con entrega y sacrificio y conformar una familia amorosa.
He aprendido a disfrutar de las cosas sencillas de la vida, como una caminata, un juego de mesa en compañía de mi esposa o el solo deleite de pasarme horas leyendo.
Conocí el Betamax, el Atari, los primeros computadores de discos gigantes, las maquinitas de vídeo en el centro comercial de la 100 en Fontibón, donde me volví experto jugando águilas y Popeye. He visto cómo han cambiado las cosas, unas para bien, otras no tanto.
A estas alturas, aún me meto en la piscina hasta un poco más allá de la cintura por físico miedo, debido a una mala experiencia de niño.
He pasado momentos felices y otros no tanto. He trabajado en muchas cosas, conocido y compartido con muchos compañeros, he vendido empanadas y comidas rápidas, lavado y pintado casas, caminado de mi casa al centro y a veces también de vuelta porque no siempre hubo para un pasaje.
Creo que he llevado una vida muy buena, con algunas limitantes, pero siempre con la tranquilidad de estar haciendo las cosas bien, sin causarle mal a nadie, antes, al contrario, tratando de ayudar en lo que ha estado a mi alcance.
Me he encontrado en el camino personas maravillosas que me han dado su amor y compañía, mi esposa, mis hijos, mi madre, hermanas, hermano, sobrinos, familia, mis grandes amigos, con quienes aún tenemos la posibilidad de compartir y espero seguir haciéndolo.
No importa lo crocante qué me he puesto, o qué ya mis conversaciones estén empezando a girar en torno a qué medicamentos estoy tomando o cuándo tengo citas con el médico, lo que quiero hacer, sí así es permitido, es procurar seguir construyendo la mejor versión de mí mismo, disfrutar de este ratico que es la vida de la mejor forma posible.
Gracias Dios por este día. Y gracias a todos por seguir estás líneas y sus buenos deseos.
Hasta pronto
En antiguas épocas una persona de 45 años era considerada anciana, tenía la sabiduría que brinda la experiencia y era referente de autoridad en el ámbito social, pocas personas llegaban a los 50 años, por lo que aprovechar sus últimos años era vital. Hoy en día el mundo se mueve por la estupidez e inmadurez de jóvenes que ridículamente manipulan un mundo irreal y precoz, dejando a ancianos como Usted lejos de cualquier posibilidad de orientar o enseñar. Eso nos toco vivir viejo Martin
ResponderEliminarTriste pero cierto mijo. Andamos en tiempos inciertos debido a las nuevas mentalidades y tendencias donde mucha jóvenes buscan la ley del menor esfuerzo
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