Entre susto en susto (1)


 Imagen tomada de https://acortar.link/EhuZy2

 

Saludos a todos, espero que se encuentren muy bien. 

El miedo es una sensación primaria de los seres vivos que muchas veces es capaz de ponernos al salvo en situaciones que pueden poner en peligro la vida, por aquello de la descarga de adrenalina

 y el instinto de supervivencia. 

En ese orden de ideas, a veces puede resultar paradójico que los seres humanos paguemos para que nos asusten, como lo que pasa cuando vemos cine de terror o de suspenso, géneros que me suelen cautivar bastante. Pues bien, la semana pasada nos fuimos con Sofi a ver, Boogeyman: Tu miedo es real, bajo la batuta de Rov Savage y producida por 21 Laps y 20 Century, basado en un relato corto homónimo de mi muy admirado Stephen King. 

De entrada, les puedo decir que tanto mi hija como yo parecemos estar cortados con la misma tijera, brincamos de manera simultánea en los momentos más asustadores, con lo que, de paso, nos pudimos reír bastante juntos. No entro en detalles de la película, salvo decirles que me gustó bastante y que, si son amantes del género, puede ser que la disfruten mucho. Esto me hizo recordar qué otros sustos memorables me he llevado a lo largo del camino, así que se los quiero compartir. 

El más remoto que tengo, tiene que ver con una caída que sufrí siendo muy niño, por andar “miquiando”. En el garaje de mi casa había una escalera de mano hecha en madera. Una vez me subí en ella con tan mala suerte de que me caí de cabeza, me di durísimo y pegué el consabido grito, justo en el momento en que mi papá entraba y con un grito atronador me preguntó”¿qué fue? ¿Qué le pasó?” y yo, del susto, me pasmé y dije “nada”. No recuerdo qué más dijo mi padre, lo cierto fue que cuando palpé mi cabeza, me estaba empezando a surgir otra. 

Un segundo momento también tiene que ver con mi padre. Cierta tarde llegó a casa y me pidió prestado un lápiz rojo el cual yo muy juicioso empecé a buscar, sin encontrarlo. Revolví mi maleta de lado a lado, busqué debajo de la cama, nada, ni el lápiz rojo, ni el negro, ni el estuche de colores, nada aparecía. La cosa empezó a tomar mal cariz cuando mi viejo, ya enojado me grito “qué pasó con el berraco lápiz” y en ese momento justo, llegó mi madre preguntando por el asunto; “es que se los tengo guardados porque anda botando los colores, ya le paso el lápiz mijo”. Literal, me volvió el alma al cuerpo. 

Otro momento de susto, también relacionado con el mundo del cine, llegó a un extremo bochornoso y tuvo que ver con una película de aquella época llamada Re-animator (Reanimator Productions,1986), y digo bochornoso porque pagué mi entrada, me senté y creo que a los cinco minutos me salí por físico miedo de lo que podría pasar. Años más tarde la vi, y la verdad no era para tanto el asunto.

1989 también tuvo su aporte miedoso, esta vez de manos de un perverso villano del cine; Chucky el muñeco diabólico (United Artis, 1988), la vi al finalizar la primera jornada de las pruebas Icfes de ese año, dado que ya estaba terminando el bachillerato, y todavía no me explico cómo carajos, después de semejante jornada de examen, porque fue bastante extensa, decidí irme a relajar viendo un asesino en serie. El susto más marcado lo sentí en aquella escena en donde la madre de Andy, sospechando que algo iba mal con el muñeco, enciende la chimenea, lo carga en brazos y lo increpa mirándolo fijamente con intención de quemarlo, para que este pequeño engendro infernal reaccione violentamente. Si quieren saber más, vean la película. 

Tengo otros más, pero por lo pronto les cuento de estos, así que eso será tema para mi siguiente nota. Y ustedes ¿qué sustos recuerdan de manera más significativa? No olviden comentar y compartir. Su lectura es muy importante para mí. Un abrazo y hasta la próxima.

 

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