La salud en “buenas manos”
Saludos. Espero que se
encuentren muy bien. Hoy mi nota gira en torno a un par de acontecimientos
sucedidos a personas muy cercanas a mí. El primero tiene que ver con un examen de
imagenología que tiene pendiente mi esposa Doris y del cual estamos haciendo solicitud
desde noviembre del año pasado. El sábado pasado, mi prestador de servicios me
anunció que ya la orden estaba lista para un hospital de la ciudad, me reservo
el nombre por lo pronto, porque la siguiente narración muy seguramente les va a
parecer muy similar en otros centros de atención. Pues bien, el lunes muy
juicioso comencé a hacer las llamadas pertinentes a los números de contacto, en
donde el conmutador automático me entretuvo con un boletín de la institución y
un mensaje intermitente que decía “su llamada será la próxima en ser atendida
por uno de nuestros asesores, gracias”.
En esa tarea, la primera vez
estuve 26 minutos al teléfono, la segunda, 28 minutos. Me dirigí entonces a la página web a
buscar más números de contacto y efectivamente, me encontré otro y corrí con
mejor suerte. Relativamente me atendieron rápido la llamada, y me facilitaron
un correo de contacto para seguir con el proceso. y debo decir que también el
correo me lo respondieron rápido, aunque no recibí noticias muy alentadoras, ya
que la próxima agenda para el procedimiento está para junio de este año: junio.
Así que nos dejaron en lista de espera en caso de que se presente alguna
cancelación, de lo contrario, debemos esperar a que nos programen en mes
indicado. Por fortuna, Doris ha estado bien, pero de todas maneras el estudio
se requiere para estar más tranquilos.
Con toda seguridad ustedes han
conocido de historias lamentables en donde primero se muere el paciente y
después llegan las órdenes para el procedimiento. Y eso que se supone que en la
actualidad contamos con un servicio de salud medianamente aceptable. Cada quien
hablará como le va en el baile, en lo personal, pese a algún retraso en el
tiempo, he corrido con buena fortuna cuando he requerido algún tratamiento
especializado, aunque muchos me pueden decir que no han corrido con la misma
suerte. Ojalá que las cosas mejoren, aunque como se vienen presentando los
temas de salud en estos días, se crea cierta zozobra e incertidumbre.
La segunda historia tiene que
ver con una muy querida amiga que tiene movilidad reducida y se desplaza en
silla de ruedas. Ayer nos fuimos junto a otras tres personas a una capacitación
que teníamos, para la cual nos podíamos desplazar en Metro. Llegados a la
estación San Antonio, ella pudo acceder por el ascensor a la plataforma, pero
al bajarnos en Floresta que era nuestro desino, al tratar de hacer uso de la
rampa para la silla, oh sorpresa, se encontraba fuera de servicio, entonces la
solución por parte del encargado fue “vaya hasta San Javier y se devuelve para
bajar del otro lado de la plataforma”.
Al regreso, otra vez en
Floresta, la plataforma dejó de funcionar a medio camino de la escalera, hubo
que subir a mi amiga en brazos y la silla cargada y debo decir que los que estábamos
con ella nos sentimos sumamente impotentes con la situación, y que decir de mi
amiga, se sentía terriblemente mal, enojada, frustrada y dolida.
Yo creí que el Metro contaba
con una mejor ayuda para las personas en estas condiciones, pero tristemente no
es así, según me comentó algún transeúnte “esos aparatos mantienen dañados”. Se
queda uno congelado y asombrado.
No se si mi amiga vaya a
interponer alguna queja, creería que sí, porque es algo que afecta a muchas
personas y genera muchas angustias, para así seguir generando conciencia y que
se tomen acciones pertinentes para minimizar o si es posible, erradicar esas
falencias. Entiendo que las máquinas pueden presentar fallas, pero para eso
existe un mantenimiento preventivo.
Y ustedes, ¿qué me pueden contar
de este tipo de situaciones? No olviden comentar. Un abrazo
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