Caminando a la prudencia

 


Imagen tomada de https://acortar.link/SQ6ZDn


Hola a todos, espero que se encuentren muy bien. Quiero expresarles mis agradecimientos por sus comentarios y opiniones respecto a mi relato Milagro de Año Nuevo, en verdad me ha entusiasmado mucho poder saber sus pareceres y ver que ha tocado muchas fibras. De hecho y como bella anécdota, una gran amiga, docente de idiomas, tuvo a bien compartirlo con uno de sus estudiantes como ejercicio de lectura, muchas gracias por tan bello gesto para con este modesto aprendiz de escritor.

 

Bueno, hoy estuve por la Placita de Flores comprando algunas cosas y, nuevamente vuelvo a cuestionar la naturaleza humana, hablando precisamente de aquellas personas que están pasando por situaciones difíciles, similares a las de mi relato anterior.

 

Una de tantas de esas personas se encontraba ofreciendo dulces a cambio de cualquier moneda, según él, para llevar algo de comer a su casa, y aquí quiero partir del principio de la buena fe de esa persona. Un transeúnte, ni corto ni perezoso, aparte de que se negó a ofrecer cualquier ayuda, y luego de haberse alejado algunos metros, soltó una frase bastante diciente: “póngase a trabajar”, y siguió su camino.

 

No sé con cuanta frecuencia nos ataca la incertidumbre a la hora de ayudar a alguien, y esto lo digo porque tristemente no siempre todas las historias trágicas que nos cuentan son reales. Muchos de nosotros hemos conocido noticias de grupos que se dedican a la explotación de personas mediante la mendicidad, el empleo indiscriminado de menores y un largo etcétera, razones más que justas para dudar a la hora de ayudar.

 

A esto encímenle que, como he visto en muchas calles del centro de la ciudad, en un solo tramo de 20 o 30 metros, se pueden encontrar hasta cinco personas mendigando y así no hay forma de ayudar a tanta gente. Ni menudeando diez mil pesos en monedas de a quinientos daría para ayudar en una sola salida a tanta gente.

 

Hablar sin conocer no es hablar, o como diría sabiamente una amiga mía “nadie sabe la sed con la que el otro vive”. Puede resultar muy fácil soltar expresiones al aire como “póngase a trabajar”, pero ¿qué tan factible resulta eso dicho a una persona que no se encuentra en las mejores condiciones? o ¿a cuántos de nosotros no se nos han presentado percances de índole laboral, en donde buscamos y buscamos y no obtenemos nada?

 

Aquí, el meollo de todo este asunto es la empatía o la falta de esta respecto a nuestros semejantes, de ahí la importancia de ser muy cautos a la hora de soltar expresiones de las cuales no podemos estar muy seguros de sus resultados. Les dejo este pensamiento del sabio Aristóteles:

 

El rasgo distintivo del hombre prudente es el ser capaz de deliberar y de juzgar de una manera conveniente sobre las cosas.

 

Y ustedes, ¿han vivido situaciones de prejuicios por parte de los demás? ¿de qué manera sopesan el apoyar o no a alguien que está o parece estar necesitado? Hasta la próxima.

 

 POSDATA. A partir de hoy, procuraré estar publicando mi nota los jueves en el trascurso del día, y podamos interactuar con quienes quieran comentar el texto y así segur construyendo comunidad lectora. Un abrazo.

 

 

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