Retrospectivas (1)
Imagen tomada de https://pxhere.com/es/photo/1378405 |
Hola a todos, espero que se encuentren bien. No sé si vieron un comentario que hice el sábado en torno a la educación y a lo que mi parecer muy personal es la pereza existencial de muchos jóvenes que, contando con los medios y el apoyo, simplemente se niegan a cumplir con sus deberes académicos y en casa.
Decía en ese comentario que, tristemente, perdí cuarto de primaria, pero
creo oportuno hacer una contextualización del hecho, para verlo con otros ojos.
Cuando fui infante, ingresé directamente a primero de primaria, en una
escuelita cerca de mi barrio, ubicada en uno contiguo llamado La Laguna y fue
la Escuela José María Córdova, una escuela pública, donde los profes en ese
tiempo se encargaban de impartir todas las asignaturas. No recuerdo mucho de
esos primeros años, salvo algunos esporádicos con el profesor Piraba,
que dictaba música y era la excepción de la regla de los demás profesores. A Doña Diva, la entonces rectora, subida en una silla dirigiéndose a padres y
alumnos en alguna reunión y a una señorita de gafas que tenía como 60 años, no
recuerdo su nombre, pero si que fue mi primera profesora en primero.
No recuerdo quienes fueron mis compañeros de esa etapa, pero si el incidente que provocó mi cambio de escuela. A finales de tercero de
primaria, por allá en 1980, durante un descanso, recibí en la cara un codazo
que causó que uno de mis dientes frontales se partiera, para más, era uno de
los permanentes, que fue el primero sometido a la tremenda visita al odontólogo
por mucho tiempo.
Llegado a casa y contado el hecho, mi papá estalló en cólera y vaticinó que
me cambiarían de colegio porque no podía seguir en una escuela, con perdón de
la expresión, “de gamines”. Ojo que estoy hablando de los 80’s y ciertas
expresiones eran propias de la época, así que por favor no me juzguen por usar
lenguaje propio del contexto.
Lo cierto del caso es que, efectivamente se llegó el momento de ir a la
inscripción al nuevo colegio, uno de los más reconocidos del sector, el Colegio
Parroquial San Pedro Claver, masculino en ese entonces para más señas, de la
parroquia de Santiago Apóstol, en esos tiempos bajo la dirección del padre
Manrique, que además hacía las veces de párroco y del cual guardo gratos
recuerdos, porque era muy simpático y dedicado a los niños, solíamos ir de
caminata a algunos potreros del sector, cantábamos y rezábamos.
Ese primer cuarto de primaria fue novedoso en muchos sentidos, no es lo
mismo una escuela pública que una privada, los modos eran muy diferentes, tenía
profesor para cada clase y muchísimos de mis compañeros pertenecían a familias
“de modito”, aunque en honor a la verdad, esto solo lo vine a sentir un poco
más en el bachillerato, me refiero a la diferencia de clases. Adicional a eso,
estaba el espíritu cristiano católico, por tanto, la religión y las buenas
maneras formaban parte integral de la educación. Allí conocí la tristemente
perdida y olvidada Urbanidad de Carreño, aprendí el catecismo y tiempo después,
me preparé para mi Primera Comunión.
Maturana dijo que perder es ganar un poco y creo que no le falta algo de
razón, ya que en mi “especialización” en cuarto de primaria, ya sabía muchas
cosas, así que no me vi tan desubicado y tuve la buena fortuna de encontrarme
con quien, durante 40 años, ha sido mi gran amigo del alma, el galeno Maurix
Rojas.
Así que, en retrospectiva, pude haber perdido un año de estudio, seguramente
por la novedad y el cambio de sistema, pero gané para mi existencia a una gran
persona, con quien he compartido muchísimas cosas y con quien, pese al tiempo y
la distancia, mantenemos un contacto frecuente.
Si quieren saber un poco más de estas retrospectivas, los invito a leer mi próxima
nota. Un abrazo.
POSTDATA. Muchas gracias a mis lectores que me han venido haciendo
comentarios personalizados, que grato poder escuchar sus opiniones, eso me
motiva a seguir escribiendo.
Comentarios
Publicar un comentario