Madrugón inesperado.
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Foto. Doris Sánchez |
Hasta donde recuerdo, la última vez que asistí a u amanecer capitalino fuera de mi hogar familiar, fue la madrugada del 1 de enero de 1989, dando el feliz año a mis vecinos y departiendo un rato.
El domingo pasado volví a madrugar en
Bogotá, pero en circunstancias muy diferentes. Contextualizo la vaina.
Hace un mes, el novio de mi hija y ella
andaban buscando pasajes para el recorrido Medellín- Bogotá-Villavicencio, ya
que el chico, tenia deseos de ir a saludar a los padres dado que va a iniciar
algunas actividades de estudio fuera del país y no se tiene certeza de cuándo
va a volver. Dicho sea de paso, muchos éxitos para Lucho.
Estando en esa labor, mi esposa me
sugirió que buscara a ver si de pronto había promociones de tiquetes aéreos al
menos hasta Bogotá, y efectivamente los encontramos a $49900 trayecto. Doris al
ver eso dijo “peguémonos” y nos pegamos. En el proceso, incluimos a nuestra
nieta menor, Mariángel, a quien le quisimos dar entonces de regalo de
cumpleaños la salida a Villavicencio.
Así las cosas, logramos pasajes, tanto
de ida como de venida para estar en los respectivos aeropuertos a las cinco de
la mañana. Sofi y Lucho entonces fueron a visitar a los padres de él y nosotros
nos quedamos con mi madre y pasamos unos días bastante agradables, compartiendo
con mis hermanas, mi cuñado y mis sobrinos, aunque el calor estaba bastante
intenso.
Mariángel nunca había viajado en avión,
así que el día de la ida, no dejó de sentir cierta aprehensión con lo novedoso
del viaje, pensé que lo más duro sería el despegue, pero lo tomó bastante bien,
tanto que a medio vuelo ya estaba dormida y ni siquiera sintió cuando
aterrizamos. La tuve que despertar cuando estábamos carreteando para el
descenso.
En fin, en Villao, caminamos, fuimos a algún centro comercial, a piscina, tomamos guanabanazo helado (un tipo de sorbete de guanábana), y Mariángel jugó mucho en el parque frente a casa, lo pasó bastante bien, dicho sea de paso.
Y
Doris y yo acompañando a mi madre apoyándola en lo que estuvo a nuestro
alcance, así como los gratos momentos con mis hermanas y cuñado, que son
espacios de mucha diversión, recuerdos y anécdotas.
El retorno a Medellín dio inicio la noche del sábado a las 10:00 pm, en la ruta Villao-Bogotá, con llegada al aeropuerto El Dorado hacia la 1:30 am, y he ahí la razón por la que digo que volví a madrugar en Bogotá, teniendo de paso mi primera experiencia de dormida en el aeropuerto, así fuera un ratito. A las 8:05 am, estábamos haciendo entrada en nuestro hogar, desayunamos y dormimos un poco, pero solo fue hasta la noche en donde verdaderamente quedamos desmayados hasta el lunes a las 9:00 am, cosa que hacía mucho tiempo no nos pasaba.
La intención, si el bolsillo lo permite, es procurar aprovechar esas promociones, aunque a veces se requiere estar a cuatro ojos con ellas, creo importante y necesario tratar de pasar tiempo de calidad con las personas a quienes queremos, y quien sabe, a lo mejor nuestra próxima salida sea a visitar amigos, los cuales espero nos puedan recibir. Vida solo hay una y hay que aprovecharla de la mejor manera posible, así esto requiera un esfuerzo.
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