Ayer y hoy


     Saludos. Espero que se encuentren bien. Hoy, desde Villao, aprovechando el calor de hogar y el del clima, y generando esta entrada desde mi celular, así que todavía no se cuál será el resultado final.

     Les presento, a la derecha, la antigua licuadora de mi hogar familiar y a la izquierda, su flamante y nuevo reemplazo. 
     No menciono marcas, pero sí puedo decirles que la plateada, ha estado en la familia desde tiempos muy lejanos, cuando las cosas eran construidas para durar, bajita la mano, llevaba al menos 38 años en servicio, pero al final, cumplió su ciclo.
     Como toda buena licuadora de esa época, tuvo un elegante vestido con el cual se mantenía engalanada en su alacena correspondiente, y antes de quedar fuera de servicio, creo que alcanzó a tener cuatro reparaciones y el cambió de cuchillas y empaques de rigor cuando se dio la ocasión. 
El vestido se perdió no sé hace cuanto tiempo.

     Resulta muy diciente la manera en que las cosas se van poniendo obsoletas tan rápido en estos tiempos. No ha acabado de salir cualquier elemento, llámese celular, auto, computador, televisor, cuando en menos de un año sale la siguiente generación, con más cosas y funciones, y no sé ustedes, pero creo que conmigo hay mucha gente que se queda corta a la hora de entender todas las funcionalidades de esos aparatos.

     El primer televisor de la casa era lo que denominábamos un barrigón, que en su interior tenia tubos de vacío y había que prenderlo cinco minutos antes de la programación, porque había que calentarlo. Era bastante entretenido ver un pequeño punto brillante en medio de la pantalla, que iba expandiéndose hasta alcanzar su máxima resolución. Tenía dos perillas, una para el canal y otra para el volumen, en ese tiempo solo teníamos dos canales, no había más para escoger. Y si mal no estoy un botón para darle mayor o menor brillo Utilizaba una antena aérea. En casa estaba adosada a una vara larga, como de cinco metros, y había que estar orientándola para que no se distorsionara la señal. Eran comunes las conversaciones:

- Leonardo, mueva la antena.
- ¿Ya?
- No. Muévala
- ¿Ahí?
- No, p'al otro lado (p'al, forma coloquial de conjunción que indica para el).
- ¿YA? - no. Y cierto mal humor de tanto estar dándole vuelta al palo.
- Ahi... No... Devuelvalo un poquito... P'al otro lado... Ya, ya, dejelo ahí.
Eso hasta que el viento volvía a moverla, pero había comunicación.
     Otra cosa que motivaba el ejercicio era la falta de control remoto, entonces con una mirada paterna completamente silenciosa, teníamos que desplazarnos de la silla al tv para cambiar el canal, y siendo solamente dos canales, había ocasiones en que el ejercicio se hacía muy seguido.
     Me hubiera gustado que los celulares por ejemplo, hubiesen sido construidos para durar y no tener que estar preocupado porque se va a desactualizar dentro de dos años, pero imagino que eso arruinaría al mercado. No hay dicha completa.
     Y ustedes, qué recuerdan de sus épocas pasadas, elementos de larga duración y experiencias con los mismos, cuéntenme. 
Un abrazo.


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