Para Izzy con cariño


A mediados del 2012 o un poco más, llegó a la vida de mi hija Katy y mi
nieta Nicoll, una perrita criolla de talla pequeña, ojos vivarachos y
temperamento muy alegre, que nos cautivó a todos en casa. En diciembre de ese
año, nos fuimos en familia a ver alumbrados y la sensación fue la perrita que
cabía cómodamente en una cartera y llamó la atención de los transeúntes.
A medida que fue creciendo, al menos en edad ya que de talla poco, poco,
empezó a mostrar un temperamento algo fuerte. No podía ver que alguien se
acercara a sus recipientes de comida y agua porque inmediatamente comenzaba a
gruñir. No permitía que ningún perro, salvo Polo, uno de por la casa, se le
acercara, así que nunca perdió su inocencia, aunque era una amante empedernida
de zapatos y piernas, especialmente de la mía, no perdonaba llegada a la casa
sin que se me abalanzara para desfogar su pasión, aunque el impulso duraba en
verdad muy poco.
Tenía tendencias belicosas, sobre todo si estaba resguardada por la reja de
la casa, ahí era supremamente valiente y le gruñía a cuanto perro pasara por el
frente, y cuando salíamos a pasearla, también solía ser bastante enojona con
quien se le acercaba.
Pero sin lugar a duda, su compañía nos llenó a todos de momentos muy
felices. Cada vez que nos veía, sus ojitos brillaban de una manera única, como diciéndonos
“cuánto los extrañé" y así salíamos y entrabamos 10 veces de la casa, siempre,
siempre, nos recibía con el mismo entusiasmo.
Si querían verla contenta, la mejor respuesta era la comida, velaba lo que
ustedes quieran, llegando a brincar al momento de estar congregados en la mesa,
y tenía un apetito voraz, como si la vida solo dependiera de ese momento.
Cada vez que podíamos, mi esposa y yo nos la llevábamos a nuestras caminatas
y caminaba parejo con nosotros y no era habitual que recibiera agua hasta que
volvíamos a casa, aunque eso comenzó a cambiar hace unos meses.
Hoy le tuvimos de dar el último adiós porque el cuerpo y la vida ya no le dio
más, se quedó ciega, tenía problemas de riñón, pérdida de peso y una sed
descomunal. Queda en nuestra memoria su recuerdo y en el corazón el cariño que
le tuvimos. Lo más seguro es que se haya encontrado en el cielo perruno con
Festiniño y Zeus, este último, mascota de unos queridos amigos, que partió hace
un par de semanas. Y muy seguramente seguirá con su mal genio, pero con sus
ojos brillantes de felicidad.
Un abrazo y hasta la próxima.
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